Preferiría cerrar los puños
sin necesitar
mirarte
bajo la escarcha
entintada
de las 4:47,
atraparte en los párpados
que se negarán a
retenerte
bajo su
velo,
no acostumbrarme a
la
nobleza de
nuestras palmas
mordiéndose
insaciables,
al sigilo de las
palabras mordaces
y a la cabeza del
reloj burlándose
sobre nuestras
espaldas.
Preferiría que la
realidad
no tocara la
puerta en la mañana
del domingo,
que la carne no se
eche a perder
al terminar
diciembre...
no encontrarle mal
augurio
a nuestras ropas
en el suelo,
ni pretender que
se me esconderá
la cólera cuando voltees
a sonreírte en
el espejo,
sin encontrarle
recuadros al tratar de
reconstruir los
meses.
Preferiría que a
la pluma
se le acabaran las
constantes reflexiones
sobre el dios que
presume haberse
creado sin
permiso,
comerme el trigo
que vayan dejando
tus pies en el
recorrido por mi apartamento,
no cargar con
interrumpir la rutina
de tus brazos al roerme
las caderas,
ni el gusto
adquirido de bajar las
uñas hasta los
tobillos que prometen
no dejar de
frecuentar mis pantorrillas.
Preferiría que al
risueño aleteo de la casualidad,
se le escaparan
nuestros rostros,
Y al deseo,
se le olvidara como regresar
se le olvidara como regresar
a su patria.