lunes, 12 de octubre de 2015

Mi tierra...

En ocasiones paso por el mismo
lugar de siempre,
y deteniéndome a contemplarlo,
me pregunto.
¿Cómo es que puede ser más
hermoso que ayer?
¿Cómo es que el mismo árbol
en el que me siento siempre,
puede darme sombra cada vez más
fresca?
¿Cómo es que la tierra bajo mis pies,
sigue nutriendo a este lugar de vida, de voz,
de existencia?
Justo ahora miro al mundo,
y él me mira a mi,
contemplo el lugar donde me he criado,
y trato de entender como después de
tantas lágrimas que se han derramado,
de tantas sonrisas que se han regalado,
de tantas vidas que han sufrido,
llorado, sonreído; vivido.
Aquí,
en esta tierra,
en este árbol,
sobre esta rama en la que me encuentro
sentado,
la belleza sigue sin esfumarse de
estos caminos,
y tan solo consta de mirar detenidamente,
a su gente,
a sus papalotes elevándose infinitos,
a sus pastos vistiendo verdes sus parajes,
a su cielo, cubriéndola como novia en su
velo azul, a veces blanco y otras tantas negro...
Para darse cuenta,
de que esta tierra,
aunque envejezca,
jamás ha de perder su magia.
Bendita tierra.
Mi tierra...

Hoy...

Hoy, decido pederme en tus ojos
y decido no ser encontrado.
Hoy, tan solo solo diremos gracias,
a la vida, al destino, a la metafísica,
a la suerte, al karma; a Dios...
por estar juntos y por poder pertenecernos
recíprocamente.
Hoy, sellemos nuestros labios,
dejemos que hable nuestra piel.
Hoy, olvidemos nuestra existencia en polos
distantes de esta vida, y hagamos
perdurar este encuentro en una eternidad
que dure dos horas y treinta y cuatro
minutos.
Hoy, solo por hoy, únicamente
permíteme besar tu frente.
Hoy, olvida que existe un mundo,
y que a nuestra eternidad le quedan
apenas unos minutos aunque aún me
queden muchos rincones de tu cuerpo
por abrazar.
Hoy.
Simplemente dejemos que pase.
Lo que tenga que pasar...

Líquido...

Caen cabellos como líquido,
de un gotero perpetuo,
como agua, o mermelada,
o sudor, o sangre.
Caen en tu espalda,
en mi pecho.
Caen interrumpiendo un beso,
o un orgasmo,
o un verso,
o un grito;
Y me obligan,
aún sin dejar de caer,
a desvanecer con una caricia
la ventana empañada que crean
en tu rostro,
limitandola comunicación
de nuestras miradas.
Caen aún;
sobre la cama,
sobre tu cuello,
sobre mi vientre.
Como rio de cristal,
como cause de espermas,
como mar de saliva.
Caen.
Caen.
Caen.
Y no paran.
Hasta hacernos uno.
Hasta ser mortales.
Hasta hacernos líquido a nosotros.