martes, 10 de mayo de 2016

Madre...

No tomaré partido de lo que se
celebra hoy. 
Es un día más.  
No hablaré de los reproches que 
ambos tenemos de cada uno, 
(somos tan iguales), 
ni haré mención de tu frustración 
por desaparecer las arrugas en tu rostro, 
(si se notan, pero no las odies, 
te sientan bien),
y mucho menos escribiré de lo mucho 
que me frustra tu obsesión por 
el ejercicio, 
(pero agradezco que te cuides).
Hoy, siendo un día más de la existencia
te doy gracias. 
No hace falta decir de qué. 
Pues no tienes que hacer más, ni hacer 
menos para sentirte amada.
(eres fuerte, eres especial, ya lo eres todo
y lo eras todo antes de mi) 
Te amo madre, 
como te he amado y te amaré cada día
que has sido y seguirás siendo la primera
mujer en vida... 

Tallos...

Ella se levanta a las cinco en punto
cada madrugada,
prepara el fruto de sus malhumores
para partir a enfrentar el mundo,
se toca la cara,
y se pone llorar.
En su hogar, cada tarde elabora con
delicadeza los reproches faltos de sal
a la hora de la comida,
lo gritos orquestados por el reloj
cuando decide apagarle el televisor
a todos,
el dolor, al mirarse en el espejo y no
tener la capacidad de contener más
sonrisas que arrugas en el rostro.
Ella hoy esta sola,
esperando a que se marchiten los bulbos
que adornarán sus nupcias definitivas,
mirando su vida a través de los halagos
que no escuchó el día que recibió la
primera bofetada de la bestia a la que amo.
Hoy sus frutos tienen raíces
y en ella se decoloran los recuerdos.
-La mujer que debió recibir más rosas
qué tu amor eterno en la preparatoria,
hoy necesita un epitafio...                                  

lunes, 9 de mayo de 2016

La abuela Berta...

Es el tercer año que paso
sin ti.
El primero te lloré;
no conocía el alcohol.
El segundo te prometí con
toda mi fe depositada en una botella
de whisky: no pecar más.
Después hice el amor.
Hoy estoy frente a mi escritorio,
escribiendo entre aroma a tabaco,
a café, a tinta, a papel; a no perdonarme
no haberte escrito antes.
Y es que se me quebró el pulso al
saber que nunca más llegaría a tu habitación,
y tú erguirías frágil tu cuerpo
solo para besarme las mejillas:
-No pasa nada mi muchachito.
Pasa que se acabó el whisky,
pasa que debo dejar el cigarrillo,
pasa que no podrás mentirme más
pues ya no te tengo...
Tal vez el cuarto año vuelva a creer en Dios
sólo para reprocharle,
(sintiéndome el
diminuto ser que cargaste antes de cargar
contigo misma):
-¡Egoísta!, me diste dos madres.
Pero ya me quitaste una...